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"Lo primero que el cuentista le pide a su lector es atención; el novelista, paciencia."

viernes, 26 de febrero de 2010

Los alimentos terrestres (Cuento)

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"El Cabildo y la Plaza Mayor de Buenos Aires"
Sanguina y pastel sobre papel de José María Fojo, cm. 24,7 x 24,7 - Año 2003
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Los alimentos terrestres


PROTEGIDO por el precario parapeto de palo a pique, Catán contempla el despacioso atracar del bajel anhelado, que ya arrolla gúmenas a las bitas en la clara niebla del amanecer sobre el río inmenso. Arrían las velas, tan blancas y tenues, que parecen un hálito más entre los vapores matinales que diluyen el horizonte y el gualdo cielo de Oriente; y los gritos del contramaestre se funden con los alaridos de los salvajes que sitian la miserable fortificación en la barranca, vecina al agua terrosa y quieta como la de un lago.
....Los ojos de Catán, irritados por el humo de las fogatas nocturnas y la debilidad de innúmeros días de ayuno, giran en sus órbitas dirigiéndose a la casuca de adobe donde agoniza don Pedro, el jefe andaluz que los arrastró a esta desventura, tullido y con los labios sangrantes; el hedor de los muertos que yacen insepultos y los ajusticiados por canibalismo que penden de sus cuerdas de tiento, no basta para disipar la ensoñación de vigilia que lo obsesiona: desgarrar, triturar entre los dientes, tragar las hogazas de pan como quien muerde el seno de una mujer desnuda (no es ansia de sensualidad lo que le invade sino otro sentir más terrible e íntimo, como un dolor de la sangre y la médula, y que no debe nombrarse para no enloquecer sin remedio como los náufragos que beben agua salada.) Si quedaran ratas o zapatos o lonjas de badana para comer… O si al menos cesara la algarabía de los indígenas, si hubiera silencio y quietud como hay paz y reposo en los cadáveres adelgazados hasta lo inverosímil y roídos por los sobrevivientes; si se pudiera morir sin saberlo y callando…
....Pronto comenzará, con el sol ya en lo alto, la lluvia de saetas y fuego y los intentos de asalto al fuerte, rechazados con creciente dificultad… Maldice a don Pedro y los grandes de España, y a la ridícula ciudad de los Buenos Ayres y la mala vida y al vano desvarío que la engendró en el borde de un páramo infinito, y jura sobre su alabarda y la cruz de Santiago que no ha de rendirse a la inanición; no, ahora que el navío despachado al Brasil en busca de vituallas por fin ha vuelto y está fondeado en el río, a pocas varas de la barda que separa dos muertes equivalentes: la violenta a manos de los aborígenes, y la sigilosa y tarda por efecto de la hambruna. Pero ya ventea Catán a través del aire mefítico y los filetes de humo y pestilencia, el olor de la comida que el buque atesora, como los santos perciben los aromas celestes: las frescas legumbres y los frutos pulposos, el trigo que el horno transmuta en pan y bollos, la carne fiambre y las aceitunas, el pescado en escabeche, el aceite, el vino…
....Impelido por una fuerza mayor que su miedo, salta la empalizada y se lanza hacia el río, hacia el buque que aporta un tesoro más precioso que ese Eldorado tan buscado y tan esquivo… Sin alabarda ni peto ni escudo, corre hacia el agua que mece el navío que se perfila nítido y transparente sobre la fogarada del horizonte, tan diáfano que Catán ve las nubes y el agua a través de la arboladura y el casco con claridad que aumenta a cada paso, como crecen los aullidos de los sitiadores que se acercan y el zumbido de las flechas que procuran su corazón. Comprende, cuando la nave no es ya sino un reflejo casi invisible, que nunca la alcanzará y que tampoco tendrá tiempo de volverse y ganar la protección del fuerte.
....Catán el alabardero ve esfumarse por completo el buque fantasma en el río de Solís; la primera flecha lo atraviesa.
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José María Fojo
Primer Premio Concurso “Roger Pla” de Cuento Breve
Rotary Club de Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires, 1996.
Publicado en el libro “Prosperidad de las sombras”
El Francotirador Ediciones, 2000.
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